ANATOMÍA DE LA CORRUPCIÓN MEXICANA
“El que no tranza no avanza” México se posiciona en el número 58 a nivel
mundial en la tabla de Corrupción Internacional, como un país con alto grado de
corrupción e impunidad social y gubernamental. ¿Pero en qué momento nuestro
país logro tan vergonzosa posición? Es difícil saber con exactitud en que momento nos
convertimos participes y víctimas de este mal, la corrupción se fue dando más y
más a través de la historia, hasta llegar a nuestros días.
¿Pero qué es la corrupción? Según Stephen D. Morris, quien realizó un
interesante estudio de la corrupción en México, sostenía que "Se le ha
definido como el uso ilegitimo del poder público para el beneficio
privado"; "Todo uso ilegal o no ético de la actividad gubernamental
como consecuencia de consideraciones de beneficio personal o político"; o
simplemente como "el uso arbitrario del poder". Sin embargo, hay que
dejar claro que la corrupción no es solo un acto gubernamental, es muy bien
sabido que la corrupción empieza por uno mismo y que somos nosotros los que
hacemos que queden impunes estos actos ilegítimos. Promover una simple
“mordida” frente una autoridad, entre otros actos cotidianos que alguna vez en
la vida de todos ha formado parte. La corrupción comienza cuando se
justifica la ventaja, el egocentrismo y la ambición que no es exclusiva
de las altas esferas.
La corrupción pareciera ser que se
volvió parte de la cultura mexicana. La extorsión,
soborno, peculado, fraude, colusiones, tráfico de influencias, contrabando y
demás formas de corrupción pan de cada día del gobierno y sociedad traen como
consecuencia el favorecimiento de élites y burocracias políticas y económicas,
erosión de la credibilidad y legitimidad de los gobiernos, reproducción de una concepción patrimonialista del poder que permite
la aprobación y operación de leyes, programas y políticas, sin sustento o
legitimidad popular y finalmente revitaliza una cultura de circulo vicioso de
corrupción y contribuye a su proliferación. No se podrían definir con exactitud
sus causas ya que son muy variables podríamos retomar 2 principales que hacen
posible este factor de toxicidad social. El factor formal: Técnicamente viene
siendo una falta de una clara delimitación entre lo público y lo privado y la
inoperancia práctica de las instituciones públicas. La cultura: En mi opinión
la raíz, pies y cabeza de la corrupción que se debe a una amplia tolerancia
social hacia el goce de privilegios privados; permitiendo que prevalezca una
moralidad del lucro privado sobre la moralidad cívica. En general toso el conjunto
de actitudes, normas y creencias compartidas por los ciudadanos que tienen como
objeto un fenómeno político indeseable, como la corrupción. Las condiciones
culturales, permiten así delimitar la extensión de las prácticas corruptas, la
probabilidad que se produzcan y el grado de tolerancia social con que pueden
contar. La fuerte existencia de una cultura de ilegalidad generalizada o
reducida a grupos sociales que saben que "la ley no cuenta para
ellos" fomenta la corrupción y la tolerancia social hacia ella que
recientemente han dado pie al surgimiento de las famosas “lady’s y lord’s” y en
general cualquier falta de moral, honestidad, responsabilidad, profesionalismo,
espíritu de servicio y transparencia fomentan la cultura de la corrupción. Creo
firmemente en las palabras de Jorge Moore “La corrupción es causa directa de la
pobreza de los pueblos y suele ser la razón principal de sus desgracias.”
Aunque actualmente gracias al uso cibernético los actos de corrupción difícilmente
son ocultados y aceptados. La repulsión ha crecido en este ámbito y la presión
social ha sido tanta que incluso se han llegado a crear nuevas leyes para tener
una mayor transparencia con los gobernantes como la ley tres de tres, entre
otras. Aun así falta por disminuir lo más difícil que es la parte cultural que
depende totalmente de nosotros de forma individual. Si queremos cambiar este
mal social que afecta gravemente a nuestro país debemos de empezar a cambiar
nosotros en los pequeños actos sociales que nos orillan a la comodidad de la
corrupción.